El
Impresionismo es un movimiento pictórico que surge en Francia a finales del S.
XIX en contra de las fórmulas artísticas impuestas por la Academia Francesa de
Bellas Artes, que fijaba los modelos a seguir y patrocinaba las exposiciones
oficiales en el Salón parisino.
El
objetivo de los impresionistas era conseguir una representación del mundo
espontánea y directa.
El
Impresionismo parten del análisis de la realidad. Hasta ahora la pintura
reproducía un escenario en el que ocurría un acontecimiento que conformaba el
mensaje para el espectador. Ahora, se quiere que la obra reproduzca la
percepción visual del autor en un momento determinado, la luz y el color real
que emana de la naturaleza en el instante en el que el artista lo contempla. Se
centrarán en los efectos que produce la luz natural sobre los objetos y no en
la representación exacta de sus formas ya que la luz tiende a difuminar los
contornos. Ven colores que conforman cosas, y esto es lo que plasman, formas
compuestas por colores que varían en función de las condiciones atmosféricas y
de la intensidad de la luz. Todo esto hace que elaboren una serie de un mismo
objeto en diferentes circunstancias atmosféricas y temporales, no les importa
el objeto, sino las variaciones cromáticas que sufre éste a lo largo del día.
Los
impresionistas eliminaron los detalles minuciosos y tan sólo sugirieron las
formas, empleando para ello los colores primarios (azul, rojo y amarillo) y los
complementarios (naranja, verde y violeta). Consiguieron ofrecer una ilusión de
la realidad aplicando directamente sobre el lienzo pinceladas de color cortas y
yuxtapuestas.
Las
figuras principales del movimiento fueron Eduard Manet, Degas, Claude Monet, Auguste
Renoir, Morisot, Pisarro y Sisley.
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